El tiempo de la verdad ha llegado

Os lo advertí. Y no habéis querido escucharme. Os dije que, de no cumplir mis condiciones, os estaría esperando entre la niebla, para saltar sobre vuestras bitácoras como el depredador sanguinario y justiciero que soy.

Tú eres el primero...

Las tristes vacaciones de Amadeo Bernal

Quien se haya dado de bruces con este blog y se confiese admirador de la obra de Gabriel García Márquez debe hacer lo que yo: conectar una impresora al ordenador, hacerse un té y sentarse a releer alguna de las obras del gran Gabo mientras se imprimen unos cuantos posts; una vez terminados el té, la impresión y el capítulo correspondiente, echarle el blog de comer a los perros. Los míos la han palmado después de dos horas de estertores en los que no han parado de vomitar adjetivos redundantes.

Intentar copiar el estilo de los maestros es una tentación difícilmente resistible. Que levante la mano quien no lo haya intentando en alguna ocasión. Pero mientras algunos, una vez cometido el plagio, no pudimos hacer otra cosa que prenderle fuego al sentir la quemazón de la vergüenza, otros han decidido cometer el imperdonable sacrilegio de mostrárselo al mundo, tomándonos a todos por poco menos que por unos parvulines literarios que no hayan leído en su vida otra cosa que las mandangas milenaristas de Dan Brown o el último papelillo ganador del Planeta.

Pero no picamos. Faltaría más. Tan cierto como que no hay putas que sean vírgenes y tan meridiano como que algún impuesto nuevo nos caerá a cuenta de la chuminada del cambio climático.

Me han pedido clemencia para algunos de vosotros. Incluso llorando. En este caso no ha lugar: quien quiera sobrevivir tiene que ganárselo con originalidad.

Muerte. Horrible y lenta.

Va por ti, mi admirado Gabo.