Debió de ocurrir tal que así: un día los ejecutivos más importantes de las televisiones se reunieron en algún restaurante de esos de comida microscópica y factura estratosférica y, después de poner en común los resultados del año, se fumaron un puro y concluyeron que, efectivamente, los telespectadores pertenecen a una raza subnormal. No contentos con declarar el nuevo dogma, decidieron que, a partir de ese momento, harían todos sus esfuerzos por demostrarlo a todas horas. Y lo cierto es que no podemos negar que lo están consiguiendo.
Ayer, sin ir más lejos, ese oprobio hertziano que es la descacharrante cadena Telecinco, protagonizó un incidente cuyo visionado es capaz de ponerle los pelos de punta hasta a un verdugo bragado como el tío Jack. La cosa, resumida para quien tenga la suerte de ser alérgico a los rayos catódicos, fue algo como esto: la cadena dice sortear en directo la nada desagradable cantidad de un millón de euros en lingotes de oro del bueno. Y encima ganar esa pana no sólo no requiere hacer una oposición a registrador sino que parece tan fácil como pagar impuestos: basta con hacer una llamada o mandar un mensaje de coste insignificante y, ale, a soñar con hacerle una pedorreta al jefe… En esto que, tras una primera llamada fallida, llaman a otro de los participantes, este se pone al aparato y confirma que les ha enviado el mensaje, requisitos imprescindibles para acabar el día con mayordomo y de vecino de Ronaldo. El presentador, un ‘sobrao’ sarasa con cara de estar siempre cachondeándose hasta de las esquelas, de repente se queda más pálido que si se hubiera encontrado a una hija de Zapatero en un callejón oscuro.
Y llegados a este punto, cuando parecía que volaban los lingotes al estilo de los que trincó Stalin en el 36, Telecinco sacó un dedo anular del tamaño de las torres de la Castellana y, por arte de birlibirloque, dio el cambiazo por el equivalente a poco más de un sueldo mínimo (1.200€). Y el tipo, con la crisis que hay, más contento que unas pascuas. Soberbio. ¿Son o no son gilipollas los espectadores?
Bueno. El caso es que en este país estafar no es estafar si antes pones en un papel que lo vas a hacer delante de un notario. Y si no, échenle un vistazo a las bases del concurso y verán que las probabilidades de que alguien trinque los lingotes y sorprenda a la parienta con unas vacaciones en las Seychelles son tantas como que mañana un meteorito impacte en la cocorota de Bin Laden. Pero seguirán llamando y enviando mensajes. No pueden evitarlo.
Y es que en el fondo, que el dinero esté en manos de los listos y no de los tontos, es bastante justo. Al menos desde un punto de vista darwiniano.
Mientras tanto, cuchillada en mitad del rating a Telecinco por su poca sutileza en dar sablazos, y un par de pinchazos a traición para el presentador por no estudiarse el guión (¡carajo!, es prácticamente lo único que tiene que hacer para embolsarse en una sesión lo que un obrero en un año entero).
2 comentarios:
Interesantes las aficiones nuevas del gran Jack. ¿Acaso se ha reconvertido en un desfacedor de entuertos?
Jack, me ha alegrado tu regreso y te deseo toda la suerte del mundo en tu nueva y siniestra andadura, aun que te prefería antes, que para meterle puñaladas a políticos y gentuza varia sirve cualquiera, pero para diseccionar de forma tan acertada bitácoras, no.
La elección es tuya, claro ;)
Un abrazote.
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