Era lo que faltaba por llegar. De hecho, llevo varios días golpeándome la cabeza con el bloque de hormigón armado en el que afilo mis estoques por no haberlo podido prever (¡sí, PREVER y no “preveer”!) y haber dado una exclusiva cuchilleril en este blog que en tan alta estima tienen mis admiradores. Y es que era tan evidente…
Más que evidente, era cristalino: Primero la crisis no existía (¡que no!). Luego, antes casi de que existiera, ya le habían salido unos brotes verdes (en los huevos, sería). Después, lo peor ya había pasado. Y un poco más tarde, la recuperación ya se vislumbraba... ¿Y los culpables? Al principio, los avariciosos yankees, un rato después, el gobierno del bigotón vigoréxico y la panda del ladrillo… Y cuando ya nada parece poder salvar al iluminado Calomarde de la ruina en que nos ha metido (ni los maquillajes estadísticos, ni el timo ecologista, ni el haber enlosado de nuevo media España…), entonces llega el último de los recursos: Señores y señoras, ciudadanos y ciudadanas (“idiotos” e idiotas)… o esto lo arreglamos nosotros o no lo arregla nadie.
Es que me los estoy imaginando discutirlo (“Qué sí, que te digo yo que estos se lo tragan todo” “¿Y con esto duramos otros dos meses?” “¡Buá! Con esto hasta las elecciones, macho, o por lo menos, hasta el Mundial, que lo ganamos con la gorra” “¡Coño, qué buena idea!” “Le hacemos, además, una web con unos vídeos, y entre ellos se lo mandan por el Facebook y esas cosas…” “Seguro. Mis hijas están todo el día pegadas” “Y los míos”…).
Así que ya saben. La web esta dice una verdad como un templo: o esto lo arreglamos nosotros o nos esperamos al apocalipsis degustando una ración de bravas. Porque los que cobran de nuestros cada vez más elevados impuestos no piensan mover un dedo. Ni para hacer click.
Puñalada trapera con muy mala baba en el código fuente por intentar colarnos una propaganda infumable disfrazada de lagarterana.